miércoles, 23 de noviembre de 2011

La hora difícil de Inglaterra

La hora difícil de Inglaterra

La hora difícil de Inglaterra
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04 de Septiembre del 2011
La violencia que sacudió Londres y varias ciudades importantes de Inglaterra recientemente parece llevar un mensaje a gritos que hasta ahora las propias autoridades se han esforzado en negar: basta de inequidades, marginación y pobreza.
El escritor y periodista Darcus Howe nació en Trinidad y Tobago, pero vive en Londres hace décadas. Su lectura sobre los orígenes de la ola de violencia que afectó a varias ciudades de Inglaterra puede ser una de las más acertadas. “No estoy en absoluto sorprendido. Escuchando a mi nieto y a mi hijo, sabía que algo muy grave iba a pasar en este país. Lo que hubo no fueron disturbios, sino insurrección”, dice.
El primer elemento que debe tomarse en cuenta para tratar de entender lo ocurrido en Inglaterra es que los peores enfrentamientos se han dado en algunos de los barrios más deprimidos de la ciudad, donde el desempleo juvenil es mayor. Allí viven personas con problemas de integración y de discriminación social en Londres, una ciudad desarrollada donde ser pobre tiene sus bemoles. ¿Cuántas personas viven en esas condiciones en Inglaterra? Pocos no son.

Muchos analistas están de acuerdo en que la violencia en esa ciudad multicultural de 7,8 millones de habitantes, tiene raíces en la creciente disparidad de riqueza y oportunidades. Hay una mezcla de frustración por la falta de perspectivas de los jóvenes de los barrios más humildes; un sentimiento de marginación de las minorías étnicas, pero también un componente de vandalismo juvenil.

El Primer Ministro británico, David Cameron, tiene un discurso en el que habla de  «multiculturalismo», pero este no funciona. La integración social radica en la creación de espacios para el conocimiento y el intercambio entre comunidades. Sin embargo, en el caso de Gran Bretaña se ha optado por la creación de ghettos y discriminación a todos los niveles, incluido el institucional.

John McDonnell, legislador del opositor Partido Laborista, escribió en el diario The Guardian a raíz de la ola de violencia: “Estamos cosechando lo que se ha sembrado en las últimas tres décadas de generación de una sociedad  grotescamente desigual con un espíritu de tomar todo lo que se pueda por cualquier medio”.

“Esta es una sociedad de saqueadores creada con legisladores y sus expensas, banqueros y sus bonos, corporaciones evasoras de impuestos, periodistas que pinchan teléfonos, policías que aceptan sobornos, y ahora, un grupo de chicos alienados están aprovechando su oportunidad”, agrega.

Las señales de cierto descontento popular existían desde que el año pasado el gobierno aplicó un duro ajuste económico para reducir el déficit; obviamente, los más afectados, como siempre, son los que menos tienen. En el 2010 hubo masivas protestas estudiantiles contra la triplicación de la matrícula y por los recortes de las pensiones estatales, eran los primeros anuncios de lo que se venía.

La violencia ha impactado a muchos británicos que vieron por televisión las imágenes de algunos manifestantes atacando a individuos y saqueando desde tiendas de familias hasta grandes comercios. Pero también ha generado una corriente de cavilación.

Sin embargo, las autoridades gubernamentales, como el viceprimer ministro británico, Nick Clegg, tienen otra interpretación de los hechos y aseguran que los alborotadores son “criminales oportunistas”.  ¿Será un error negar que la violencia tiene otros componentes? De hecho que sí. Un enfermo debe reconocer su enfermedad para poder curarse.

Hace 26 años, Inglaterra tuvo una ola semejante de violencia callejera como producto de la crisis económica y un duro ajuste decretado por la entonces Primera Ministra, Margaret Thatcher.

El tiempo pasó, pero evidentemente las cosas no han cambiado mucho y algunos no han aprendido de sus errores.

En vez de asumir la política del avestruz, los gobiernos deberían profundizar en analizar las causas. Posiblemente, hay paradigmas del sistema que expresan fallas no resueltas por incapacidad o simplemente sordera.

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos”. (2 Timoteo 3:1)

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