El periodo navideño está adornado de multitud de símbolos
tradicionales que ya han pasado a formar parte de nuestra cultura. Cada uno de
estos elementos esconde tras de sí un significado profundo cuyo conocimiento
nos ayudará a vivir una buena Navidad.
La Navidad es el período más feliz del año. La gente sonríe
con más facilidad.
Da gusto ir caminando por las calles y ver tiendas llenas de
regalos, anuncios felicitándonos por la Navidad y el año Nuevo, adornos, luces,
estrellas, árboles de Navidad, Santa Claus, nacimientos o belenes… Todos
encuentran motivo para sentirse más hermanos, para reunirse en familia y dejar
los problemas para después.
Cada uno de los símbolos que tanto ambiente crean y tanto
regocijo nos dan tiene un significado muy profundo. Muchos lo desconocen y se
quedan sólo en el adorno, sin llegar al rico significado que hay detrás de él.
Por ejemplo, la
historia del popular árbol de Navidad.
Los antiguos pueblos nórdicos europeos tenían la costumbre de
adornar ciertos árboles de hojas perennes durante los últimos días de
diciembre, durante el invierno, cuando toda la naturaleza parece muerta y fría.
Su verde perenne era símbolo de la inmortalidad. Al
convertirse al Cristianismo, los primeros cristianos, que eran muchas veces
provenientes de la cultura pagana, conservaron la tradición, pero cambiaron
totalmente el significado, refiriéndolo a Cristo como lo explica la Biblia en
libro de Isaías donde nos dice claramente que Cristo viene a ser “la vara del
tronco de Isaí…un vástago retoñará de sus raíces” después sigue hablando del
reinado del Mesías (Isaías 11:1-3).
San Bonifacio (680-754; obispo y mártir), evangelizador de
Alemania, llegó a la ciudad de Geismar la víspera de la Navidad y cortó de raíz
una encina considerada sagrada. En su lugar, al día siguiente, día de Navidad,
plantó un pinito verde, y lo señaló como símbolo del nacimiento del Hijo de
Dios.
A partir de entonces un árbol verde adornado con objetos
brillantes alumbra las casas, símbolo de la vida eterna que Cristo nos trajo al
mundo, la perpetua primavera de la gracia.
Del norte Europeo la tradición se extendió a Estados Unidos y
al mundo entero.
El famoso Santa Claus
es en su origen san Nicolás de Mira.
Vivió en el siglo IV en Mira (la actual Turquía). Existen
numerosas leyendas sobre su persona y la fama de su nobleza y generosidad. Por
ejemplo, cuando era joven, arrojó por la chimenea una cuantiosa suma de dinero
a un padre que no podía casar a sus hijas porque no tenía dinero para la dote.
Su cuerpo fue trasladado a Bari, (sur de Italia) en 1087. Su
fama de extendió por toda Europa, hasta llegar a Rusia de donde es copatrono
junto con san Andrés. Los holandeses levantaron muchos altares en su honor y se
cree que fueron colonizadores neerlandeses los que llevaron la devoción del
santo a los Estados Unidos donde se difundió la fama de Santa Claus.
(este nombre es la deformación del original San Nikolaus).
Aunque no tendría por qué ser venerado, la gran generosidad
de la que hizo gala toda su vida le valió ser el simpático personaje que regala
juguetes a los niños.
Al inicio se le representaba con traje de obispo, como era en
la realidad.
La imaginación popular y la mercadotecnia han añadido el
rubicundo anciano de barba larga y blanca, con un costal lleno de regalos a la
espalda, la tronante y alegre risa, y el trineo volátil tirado por renos. Todo
ello fue añadidura de las tradiciones humanas y de empresas como la Coca Cola,
sin respaldo bíblico.
Es más evidente y en sí
inmediato el significado religioso de los Nacimientos (en América Latina) o
Belenes (en España).
San Francisco de Asís fue el que instituyó esta costumbre. En
la víspera de Navidad del 1223, movido por el deseo de revivir el nacimiento
del Señor en el establo, montó el primer Nacimiento del que se tenga noticia en
una cueva del bosque de Greccio (aldea italiana en la región toscana) con
personas y animales reales.
El hecho obtiene simpatía entre la gente. La costumbre de
representar la cueva de Belén en el período navideño se extiende por toda Europa
y América. Esta tradición adquiere fuerza sobre todo en los países de cultura
latina. En algunas partes hay concursos de belenes, donde se hacen verdaderas
obras de arte.
La misma fecha de
Navidad, el 25 de diciembre, tiene un origen peculiar.
En la Roma pagana, anterior al Cristianismo, se celebraba la
fiesta del nacimiento del sol invicto: natalis solis invicti en latín. Esta
fecha era celebrada también por los celtas, germanos y otros pueblos antiguos.
La fiesta tenía un significado religioso y psicológico. El 25
de diciembre coincide con el solsticio de invierno, el momento en el que el sol
alumbra menos, pero empieza a su vez la prolongación de su imperio. La
explicación es la siguiente.
El astro de la luz había descendido en ese momento a su punto
más débil, lo cual infundía al hombre primitivo terror de que las tinieblas
pudieran apagarlo. Sin embargo, a partir del solsticio, el sol volvía a crecer
en luz y calor, invicto e invencible. Celebrar ese resurgimiento tenía el
significado de contraponer la luz a las sombras, la vida a la muerte.
Los primeros cristianos vivían en la cultura romana, y
conocían esos ritos.
El Cristianismo, que respeta lo que de positivo hay en las
culturas, tomó el aspecto positivo de la fiesta.
Jesús mismo se definió
la “Luz del mundo”.
Además, la misma posición del sol ayudó a cristianizar la
celebración. Los paganos veían el oriente como el origen de la luz y de la
vida, lux ex oriente, decían los latinos.
El Cristianismo, nacido en oriente respecto al antiguo mundo
clásico aprovechó estos elementos de cultura y religiosidad para anunciar más
fácilmente el mensaje cristiano.
A partir de ahora el “sol” que nace será Cristo, y con Él la
luz que ilumina nuestras almas en el camino a la salvación. Este mismo
significado de la luz lo tienen las innumerables velas y luces que bellamente
adornan el entorno navideño.
El mismo nombre de la
celebración, “Navidad”
Es la deformación castellana del latín nativitas, que
propiamente significa nacimiento, nacimiento del Salvador.
Hemos visto cómo muchas de las tradiciones han venido de
ambiente pagano y se han cristianizado, pero el proceso que se verifica ahora
es justo el contrario: tradiciones cristianas que se paganizan. El sentido de
la Navidad ha desaparecido frente a las grandes ofertas navideñas. La gente
prepara con semanas de antelación sus vacaciones navideñas, pero pocos saben lo
que se celebra.
No es malo disfrutar de un buen descanso durante este
período, que se goce de una buena cena, de unos buenos regalos y de la compañía
de los seres queridos. Como cristianos, no somos ni materialistas ni maniqueos.
Cristo vino a redimir al hombre entero, en su cuerpo y en su alma. Todos estos
bienes materiales y sensibles son buenos y legítimos.
Pero lo que no podemos aceptar es que el sentido de la
Navidad se reduzca a ello. Hay tanta felicidad en el período navideño porque
hay Uno que vino a salvarnos y esta es la fuente de la alegría y la
celebración.
Dios quiera que esta Navidad sea diferente a las demás.
Cuando veamos el árbol navideño, las luces, el Santa Claus, los belenes o
nacimientos, que no nos quedemos en qué bonita decoración o qué bien se ve,
sino que penetremos en el rico significado que quieren darnos: Jesucristo nace
para darnos la luz y la vida inmortales.
Un período navideño vivido así, nos traerá más prosperidad y
sosiego que los simples regalos y vacaciones. A la celebración material
añadamos la celebración espiritual y tendremos un período plenamente feliz. Que
al centro de las celebraciones, esté el celebrado y que no nos olvidemos del
festejado en su fiesta. Si toda la fiesta la centramos en su significado
espiritual, tendremos las navidades más felices y fecundas de nuestra vida.
¡Vence el mal con el
bien!
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martes, 22 de noviembre de 2011
NAVIDAD, SÍMBOLO Y SIGNIFICADO
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