miércoles, 21 de diciembre de 2011

Defensa de la vida

Defensa de la vida

La eutanasia (6)

 
Defensa de la vida
 
Lo indigno es pretender basar su dignidad en el hecho de que no sufra.
18 DE DICIEMBRE DE 2011
 
 La filosofía de la eutanasia tal como es concebida actualmente no sólo va contra el juramento hipocrático en cuanto defensa de la vida, sino que choca directamente con los principios básicos de la medicina.

Mediante su aplicación no se pretende promover la salud y el bienestar del individuo sino su aniquilación prematura.

Por tanto la eutanasia no puede ser una forma de medicina,  más bien se trata de una forma de homicidio, incluso aunque se lleve a cabo por compasión .

Pretender que sean los médicos quienes asuman la responsabilidad de dar muerte a sus pacientes es atentar contra los pilares en que se fundamenta todo el edificio de la salud pública. Si tal práctica llegara a legalizarse el descrédito más peligroso podría caer sobre el estamento médico. ¿Cómo se acudiría en busca de sanidad al facultativo que ha aplicado ya la eutanasia a varios de sus pacientes?¿no desaparecería la confianza en él? ¿No podría despertarse en el enfermo el miedo a que el médico decidiera que su caso es susceptible de eutanasia? ¿No está ocurriendo esto ya en algunos hospitales holandeses?

 Uno de los argumentos que se suele emplear en favor de la eutanasia es el del “derecho a una muerte digna” . Las diferentes técnicas médicas permiten hoy salvar muchas vidas que antaño se perdían. Sin embargo, también es verdad que a ciertos enfermos terminales la tecnología puede alargarles dramáticamente la agonía. Ahí están los famosos ejemplos de algunos jefes de estado como el del general Franco en España, Tito en Yugoslavia o Hirohito en Japón.

Con el fin de evitar tales situaciones de encarnizamiento terapéutico, se propone la eutanasia como una muerte digna. No obstante,  una cosa es la dignidad de la vida y otra diferente la dignidad de la persona . Hay vidas dignas y vidas indignas, como también puede haber muertes dignas e indignas. Pero por indigna que haya sido la vida o la muerte de un ser humano, él como persona ha gozado siempre de la misma dignidad. Las criaturas humanas, desde que nacen hasta que mueren tienen la misma dignidad, ya que ésta no depende de ninguna circunstancia externa sino del hecho de pertenecer a la especie humana.

 Tanta dignidad puede haber en el acto de renunciar al empecinamiento de las técnicas médicas y aceptar sólo los calmantes que eliminen el dolor, como negarse a tomarlos y elegir la espera de la muerte con plena conciencia. Ninguna de estas dos opciones se consideran eutanasia y también son muertes dignas . Una persona no pierde dignidad por sufrir. Lo indigno es pretender basar su dignidad en el hecho de que no sufra. En cambio, ¿es digno provocar la muerte de un semejante, aunque sea por compasión? No es lo mismo negarse al encarnizamiento terapéutico que asumir la eutanasia, como tampoco lo es “ayudar a morir” que matar.

En relación con el derecho a disponer libremente de la propia vida son muchas las cuestiones que se suscitan. Cuando el enfermo terminal solicita la muerte ¿hasta qué punto existe verdadera lucidez en su petición? ¿no está siendo condicionado por el dolor y la enfermedad? ¿no está solicitando ante todo que cese su sufrimiento o que alguien se ocupe de él?

Las motivaciones de una decisión tan drástica pueden ser múltiples, incluso hasta la influencia de los familiares en uno u otro sentido es capaz de llegar a ser decisiva. Pero, en cualquier caso, ¿es suficiente el deseo del individuo para disponer de su propia vida? ¿es aceptable, por ejemplo, la ablación del clítoris cuando lo pide la propia mujer? ¿por qué esto suele verse mal y, en cambio, la eutanasia no? La decisión final sobre la vida del individuo, ¿sólo le afecta a él? ¿no perjudica en nada a la sociedad?

 En el mundo occidental se está dando actualmente una paradoja que consiste en aprobar leyes para proteger los derechos de los animales, mientras que a la vez se proponen otras que atentan contra la vida de las personas . Está bien que se defienda la fauna de los malos tratos que le causa el hombre, pero ¿acaso no convendría también reivindicar una verdadera “ecología humana” que estuviera comprometida con la protección de la vida y la dignidad de las personas?

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