lunes, 26 de diciembre de 2011

La Adoración espiritual, anticipo de la Gloria

La Adoración espiritual, anticipo de la Gloria

La Adoración espiritual, anticipo de la Gloria
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24 de Diciembre del 2011
Rev. Luis M. Ortiz
Ciertamente la adoración espiritual es una participación y un anticipo de la gloria venidera que en nosotros ha de ser abundantemente manifestada.
“Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad… teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo… somos transformados de gloria en gloria” (2 Corintios 3:17; Hebreos 10:19; 2 Corintios 3:18).

El apóstol Pablo con su sin igual maestría, y bajo la unción del Espíritu Santo hace un estupendo análisis de la adoración bajo el antiguo pacto, y establece una maravillosa comparación entre aquella adoración y la adoración bajo el nuevo pacto.

En este acabado análisis el cual se encuentra registrado en el tercer capítulo de la segunda epístola a los Corintios, muy fácilmente se puede notar todas las diferencias, impedimentos y limitaciones de aquella adoración.

IMPEDIMENTOS EN LA ADORACIÓN MOSAICA. Declara Pablo que aquella era una adoración cuyos cánones estaban escritos con tinta en tablas de piedra. Una adoración en la cual el adorador se creía suficiente en sí mismo, careciendo por lo tanto de la ayuda e inspiración del Espíritu Santo; una adoración regida por la letra de un pacto antiguo; una adoración objetivada por la muerte, y cuya gloria había de perecer; una adoración bajo una ley de condenación; una adoración obstaculizada por un velo, indicativo de su insuficiencia y de su futura abolición; una adoración que por sus muchos impedimentos mas bien embotaba los sentidos del adorador.

LIBERTAD EN LA ADORACIÓN ESPIRITUAL. Contrastando la adoración bajo el antiguo pacto la cual era regida por la letra; por la adoración bajo el nuevo pacto la cual es regida por el Espíritu Santo. Pablo comienza diciendo que esta es una adoración espiritual escrita por el Espíritu en el corazón del adorador; que la suficiencia y la inspiración en el adorador viene de Dios mismo, una adoración espiritual y vivificante; una adoración ministrada por el Espíritu de Dios; una adoración justa, gloriosa y permanente; una adoración llena de esperanza y de confianza; una adoración libre de todo velo y obstáculo, libre de todo velo e impedimento. “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”, y “teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo”, y adorar en la presencia de Dios.

Esa adoración espiritual o en el Espíritu, viene a ser como un anticipo de la gloria. La verdadera adoración es inspirada por el Espíritu de Dios. Estando presente el Espíritu de Dios en la adoración, el adorador gozará de la libertad en el Espíritu Santo para entrar en el santuario en los Cielos a llegarse confiadamente al trono de la gracia de Dios y contemplar la hermosura de su gloria. Eso es, pues, la verdadera adoración, es la contemplación reverente de la gloria y de la presencia de Dios. David dijo: “Que esté yo en la casa de Jehová… para contemplar la hermosura de Jehová” (Salmo 27:4), en la contemplación y admiración de la gloria de Dios, el alma está sobrecogida de santo temor, el espíritu humano está disfrutando de su más grata y profunda satisfacción, como también de su más alto privilegio, los labios se mueven trémulos expresando el lenguaje del alma: “Santo, santo, santo, Señor Dios todopoderoso, toda mi vida está llena de tu gloria”.

La adoración espiritual con la verdadera adoración es el disfrute de la gloria de Dios. La adoración en el espíritu es el disfrute de un anticipo de la gloria de Dios, el adorador se ve rodeado de una aureola de gloria, y en la contemplación reverente y adorante de la hermosura y de la gloria de Dios “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

Una vida de adoración es una vida de gloria anticipada. Todo lo que tocamos, o vemos o experimentamos se torna glorioso, lo vemos y lo recibimos a través de la aureola de gloria que nos rodea, vivimos en un ambiente de luz y resplandor; porque nos ha resplandecido “la lumbre del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4). “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).

Y en esta vida de adoración, de resplandor, de luz, de iluminación, y de gloria anticipada, “estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos… De manera que la muerte actúa en nosotros y en vosotros la vida” (2 Corintios 4:8-10, 12).

Cuando vivimos una vida de adoración a Dios en medio de las circunstancias más difíciles “no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior empero se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:16-17). Los nubarrones de tribulación se tornan en resplandeciente gloria, decididamente la vida vivida en un ambiente de verdadera adoración espiritual es un anticipo de la gloria venidera. Quien vive una vida de adoración constante, vive una vida en un ambiente de gloria, porque cuando adoramos a Dios inspirados por el Espíritu Santo, nos remontamos sobre todo lo terreno y lo humano para gozarnos en la contemplación de la gloria y la hermosura de Jehová.

Según estos versículos, quien se ve angustiado, desesperado, desamparado, o se siente perecer, es porque le falta vivir en un ambiente de gloria, y este ambiente de gloria solamente puede ser conseguido por medio de una adoración genuinamente espiritual, es decir en el espíritu. “Y donde está el Espíritu del Señor (para inspirar la adoración), allí hay libertad” y “teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo (santuario)” para adorar a Dios, lleguémonos “confiadamente al trono de la gracia” y así “nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

Ciertamente la adoración espiritual es una participación y un anticipo de la gloria venidera que en nosotros ha de ser abundantemente manifestada.

Vivamos en un ambiente de gloria por medio de una adoración en el Espíritu. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:24).

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