lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Existió Jesús realmente?

¿Existió Jesús realmente?

¿Existió Jesús realmente?
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30 de Noviembre del 2011

De hecho, existen más pruebas de la existencia de Jesús de Nazaret que de las figuras más famosas del mundo antiguo.

"¡No, no existió!" aseguran algunos escépticos, pensando que esta declaración es una palanca rápida y poderosa para alejar a la gente de "la fábula del cristianismo". Pero la palanca se quiebra al primer intento. De hecho, existen más pruebas de la existencia de Jesús de Nazaret que de las figuras más famosas del mundo antiguo. Estas pruebas son de dos tipos: internas y externas o, si lo prefiere, sagradas y seculares. En ambos casos, la totalidad de las pruebas es tan apabullante, tan absoluta, que sólo los intelectos más superficiales se atreverían a negar la existencia de Jesús. Así y todo, los "ateos de pueblo", los escritores improvisados que comentan en páginas de Internet y organizaciones como la Fundación para Libertad de la Religión, repiten como pericos esa negación.

La Evidencia Interna

Aparte de las muchas predicciones mesiánicas presentes en el Antiguo Testamento, ninguno de los cuatro evangelios o los veintitrés documentos adicionales del Nuevo Testamento tendrían el más mínimo sentido si Jesús no hubiera existido. ¿Acaso toda la procesión de conocidos personajes históricos que se relacionaron con Jesús interactuaron con el vacío? ¿Trató Herodes el Grande de acabar con un niño fantasma? ¿Anás y Caifás, los sacerdotes judíos, entrevistaron a un espíritu? ¿El gobernador romano Poncio Pilato juzgó a un fantasma el Viernes Santo? ¿Dieron Pablo y tantos apóstoles su vida por un mito?

Ni fuentes sagradas ni seculares niegan que los personajes mencionados sean bien conocidos, y que su existencia esté sustentada por pruebas arqueológicas; por lo tanto, son históricos. Lo mismo puede decirse de Jesús de Nazaret. Pero ¿por qué, entonces, no se le permite a Jesús, como al resto de estos personajes, el "lujo" de haber vivido? ¿A qué se debe la doble norma?

A partir de las pruebas internas (bíblicas) la existencia de Jesús es sencillamente innegable. Pero también existe mucha información fuera de la Biblia acerca de este asunto.

Evidencia Externa (Cristiana)

Podríamos dedicar un párrafo muy largo a los escritos de los Padres de la Iglesia, algunos de los cuales tuvieron contacto cercano con las personalidades del Nuevo Testamento. Juan, el discípulo de Jesús, por ejemplo, se convirtió más tarde en obispo de la iglesia de Efeso. Uno de sus alumnos fue Policarpo, obispo de Esmirna, quien a su vez enseñó a Ireneo de Lyón. El centro de todos sus escritos fue Jesús el Cristo ("Mesías").

Independientemente de estos eslabones vivos que nos conducen a Jesús, en Justino Mártir tenemos otras pruebas geográficas y temporales tangibles. Nacido en Nablus (entre Judea y Galilea) de padres paganos alrededor del año 100 d.C., Justino probó y abandonó varias escuelas filosóficas hasta encontrar en el cristianismo la enseñanza única y verdadera. Como nativo de Tierra Santa, Justino menciona lugares relacionados con Jesús, como la gruta de Belén donde nació e incluso detalles como su trabajo de aprendiz de carpintero en el taller de su padrastro José, especializado en la producción de implementos agrícolas como yugos y arados.

Evidencia Externa (Judía)

La tradición rabínica judía no sólo menciona a Jesús, sino que es la única fuente que deletrea correctamente su nombre en arameo, su lengua madre: Yeshua Hannotzri [Joshua (Jesús) de Nazaret]. Algunas de las referencias hechas a Jesús en el Talmud son confusas -probablemente debido a las imperfecciones de la tradición oral- pero hay una especialmente precisa, porque parece basada en fuentes escritas y proviene del Mishna -la colección más antigua de escritos del Talmud. Es nada menos que la orden de arresto de Jesús, que dice así: Será apedreado porque ha practicado la hechicería y atraído a Israel hacia la apostasía. Quien pueda decir algo a su favor, que se presente y declare. Quien sepa dónde está, que lo declare al Gran Sanedrín en Jerusalén.

Cuatro puntos apoyan fuertemente la autenticidad de esta orden escrita antes del arresto de Jesús: 1) El uso del tiempo futuro; 2) La lapidación era el castigo normal para la blasfemia entre los judíos cuando el gobierno romano no participaba; 3) No hay ninguna referencia a la crucifixión; y 4) Que se diga que Jesús practicaba la "hechicería" -lo extraordinario o milagroso con tintes negativos- nos dice mucho. Invoca no sólo lo que los historiadores llaman el "criterio de vergüenza", que concede verdad a un hecho, sino que concuerda perfectamente con la forma en que los oponentes de Jesús desvirtuaron la explicación de sus curaciones milagrosas: que las realizaba con la ayuda de Belcebú (Lucas 11:18).

Además, Flavio Josefo, el historiador del primer siglo, menciona dos veces a "Jesús al que llaman el Cristo" en su escrito Antigüedades Judías. La segunda vez habla de la muerte del medio hermano de Jesús, Santiago el Justo de Jerusalén. Y dos libros antes, en la referencia extra bíblica de Cristo más larga del primer siglo, habla de Jesús a la mitad de su descripción del gobierno de Poncio Pilato:

“En ese tiempo hubo un sabio llamado Jesús, y su conducta fue buena, y fue conocido por virtuoso. Mucha gente de entre los judíos y las otras naciones se convirtieron en sus discípulos. Pilatos lo condenó a morir crucificado. Pero quienes se habían convertido en sus discípulos no abandonaron su enseñanza. Informaron que él se les apareció tres días después de haber sido crucificado y que estaba vivo. En vista de esto, tal vez haya sido el Mesías, de quien los profetas habían informado maravillas. Y la tribu de los cristianos, llamada así en honor de él, no ha desaparecido hasta hoy”.

Este es el texto puro extraído recientemente de la versión tradicional, la cual desafortunadamente fue mezclada desde muy temprano con partes de otros textos.

Evidencia Externa (Secular)

Cornelio Tácito, uno de los historiadores más confiables de la Roma del primer siglo, escribió en sus Anales una crónica de los eventos del imperio romano durante el reinado de los primeros Césares. Entre los sucesos más importantes que incluyó en el año 64 d.C. se encuentra el gran incendio de Roma. La gente culpó de esta conflagración al emperador Nerón, ya que sucedió "bajo su gobierno", pero para salvarse, Nerón trasladó la culpa hacia los "cristianos", y esta es la primera vez que aparecen en la historia secular. Como el historiador cuidadoso que era, Tácito explica quienes eran los "cristianos": "Cristo, el nombre del fundador, fue sometido a la pena de muerte en el reinado de Tiberio por sentencia del procurador Poncio Pilato". Luego informa los horrores infringidos a los cristianos en lo que se convirtió en la primera persecución romana.

Debemos enfatizar que Tácito no era un historiador cristiano que tratara de probar la existencia real de Jesucristo, sino un pagano que despreciaba a los cristianos como si fueran una "enfermedad", término que utiliza más adelante en el pasaje. Si Jesús no hubiera existido, Tácito habría sido el primero en exponer al patético fantasma en quien esos fanáticos habían puesto su confianza. Si no hubiera otras referencias a Jesús, este solo pasaje sería suficiente para establecer la historicidad de Jesús. Los escépticos se dan cuenta, por eso han usado todo medio imaginable para desacreditar este pasaje, pero ha sido en vano. Análisis y estudios computarizados del escrito nunca han encontrado ninguna razón para cuestionar el texto o su contexto.

Cayo Suetonio Tranquilo también registró sucesos del primer siglo en su famosa obra Vidas de los Doce Césares. Él también veía a los cristianos como a una secta "que profesaba una nueva y maligna creencia religiosa" y sin duda citó a "Cristo" también, deletreándolo "Crestus". El que las vocales "e" e "i" con frecuencia eran intercambiables puede demostrarse mediante el término francés para "cristiano", hasta hoy "chretien".

Plinio el Joven fue gobernador romano de Bitinia (hoy la esquina noroccidental de Turquía) y alrededor del año 110 escribió al emperador Trajano (98-117 d.C.) para preguntarle que debía hacer con los cristianos, un "culto despreciable" al que menciona ocho veces en su carta. Cristo mismo es mencionado tres veces en el caso más famoso de referencia a los cristianos "...quienes se juntaban un día fijo a cantar versos alternadamente entre ellos en honor a Cristo, como si fueran para un dios...". La muy interesante respuesta de Trajano sugiere que los cristianos no sean cazados. Sin embargo, nuevamente, si Cristo hubiera sido un personaje mítico, estas fuentes hostiles habrían sido las primeras en señalar burlonamente el hecho.

Otras fuentes seculares, como Teudas y Mara bar Serapion, testificaron la historicidad de Jesús. Pero en lo que respecta a este artículo, toda prueba adicional cae en la categoría de "hacer caer a un caballo muerto". No hace falta nada más para ver las pruebas apabullantes de que Jesús de Nazaret no es un mito, sino una figura histórica que realmente vivió. Sería mejor que los escépticos se dedicaran a descubrir si Jesús fue más que un hombre. Eso, por lo menos, podría producir un debate con preguntas razonables, en lugar de una discusión sin sentido con los sensacionalistas que luchan por rechazar lo obvio.

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